Cuán bendecida soy, oh Dios Eterno,
de llamarme tu hija y de que seas mi Padre.
Cuán dichosa soy de leer tu voz,
en cada verso, en cada renglón
de la Santa Palabra que refleja tu corazón.
¡Oh, Dios! Cuánto amor has tenido
que escuchas mi clamor,
aun estando en silencio,
tu presencia me rodea
con el susurro apacible del viento.1
Cuán amada soy por ti, oh, Dios.
Porque en mi peor momento,
en mi más doloroso desierto,
me has acercado a tu corazón
para consolar mi lamento.2
¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré de tu presencia?3
Tus ojos que recorren la tierra,4
han estado sobre mí al tener misericordia,
al tener compasión de este vil pecador.
Fue tu gracia, oh Dios,
la que me llamó, la que cautivó
cada latir de mi corazón.
¡Cuánta gracia!
¡Cuánta gracia, oh Dios!
Te pertenezco, de tu prado soy.
Mis raíces ancladas al cielo están,
mis pies se hunden en el barro
húmedo y frío, mientras te glorifico
al contemplar el firmamento.
Los cielos cuentan tu gloria
tu Palabra permanece en ellos5
mi corazón lo sabe, al inundado estar
por la bóveda celeste, donde
imperceptiblemente resuena mi aliento.
Lugar sereno, etéreo,
donde día a día, vuelvo vez tras vez
con mi frenético intento de no olvidar que,
por encima del sol, la vida debajo del cielo
siempre será mejor.
¡Cuánta gracia, oh Dios, en Cristo!
Por el inmarcesible amor del Dios Trino
que salvó a los que eligió.6
El Rey de reyes su trono dejó;
Cristo, del cielo descendió.7
El Dios-hombre que esta tierra pisó
para traer libertad a los cautivos,
a los perdidos, a los pecadores…
hombres y mujeres de toda lengua y nación,
sin esperanza, sin poder de salvación.
Ahí estaba yo, mi vida me acusaba,
mi nombre dictaba:
“Merece condenación”.8
Pero Dios, en su gracia, por su amor,
con lazos de amor me llamó.9
¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes?10
Pobre y miserable soy, oh Dios, sin Cristo.
El Rey que se encarnó, que vivió la vida que no pude vivir;
el Rey que por su inconmensurable amor
compró mi salvación y la libertad de la que gozo hoy.
Gracias, Dios, por Cristo.
No necesito nada más, en Él completa estoy.11
La obra sempiterna de Cristo, la que trae salvación,
en su último suspiro, en su último aliento,
en su muerte, consumada quedó.12
¡Cuánta gracia, oh, Dios!
Porque antes de que fuera yo humillado,
descarriado andaba; mas ahora guardo tu Palabra.13
Por tu gracia, por tu amor,
por Cristo en mí, mi esperanza de gloria.14
.
En Su Gracia
KF
1Rey. 9:12
2Cor. 1:3,5
Sal 139:7
2Cr. 16:9
Sal 119:89
Ef. 1
Fil 2:6-11
Ro. 3:23
Ef. 2:4-6
Sal. 8:4
Col. 2:9-10
Jn. 19:30
Sal 119:67
Col. 1:27
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