No siempre nos percatamos de la obra que Dios está realizando en nosotros, pero debemos estar seguros de que algún día esa obra llegará a su fin y, entonces será como debía haber sido.
«Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús» (Fil. 1:6).
Cada día el Espíritu Santo nos está moldeando más a la imagen de Cristo. Por Su gracia, por su misericordia, por su amor en nosotros.
Hoy puedo mencionar algunas evidencias de la obra de Dios en nosotros que probablemente no todos perciban, pero que día a día cuentan en nuestra vida.
Pasar por alto una ofensa.
Aprender a decir: no.
Servir a otros cuando es más cómodo ser servidos.
Brindar el beneficio de la duda a otros.
Pensar lo mejor de los demás.
Dejar de lanzar «miradas asesinas».
Hacer el bien sin que nos lo pidan.
Orar cuando nos comprometemos a hacerlo.
Olvidar que somos los protagonistas de la historia.
Aceptar y amar las emociones que Dios puso en nosotras.
Aprender a ponerle nombre a nuestros sentimientos.
Reconocer y nombrar nuestros pecados para llevarlos a la cruz.
Bajar el consumo de aquello que comíamos o bebíamos en exceso.
Sujetar nuestras emociones a Cristo.
Evitar hablar mal de otros, ser prudentes.
Crecer en gratitud.
Admirar las cosas pequeñas, las que antes pasábamos por alto.
Disfrutar la soledad, tanto como disfrutamos de la compañía de otros; y, viceversa.
Confiar en los demás.
Tener presente que todos somos hechos a imagen y semejanza de Dios.
Recordar que otros ven a Cristo en nosotros.
Recordar que su obra aún no termina, pero algún día sucederá; y, entonces, seremos como debíamos haber sido.
Todo lo bueno en nosotros, todas esas buenas obras que podemos realizar, no es derivado ciento por ciento de nuestro esfuerzo, por nuestra eficiencia o nuestras aptitudes. Es Cristo en nosotros; Él fue quien vivió la vida perfecta para que pudiéramos vivir con libertad en esta tierra y en la eternidad a su lado. Fue por Él y para Él. Siempre ha sido el protagonista de su historia.
Por eso, Gloria a Dios por su bondad, por su gracia, por su suficiente, inmarcesible, eterno y perfecto amor. Un día a la vez, lento, impecable, pero imperceptible; completo, pero en secreto; que cubre, pero no ciega.
Bendito Dios… ¿Qué sería de mí, que sería de mi humanidad, qué sería de mi sediento y engañoso corazón si Cristo no me hubiera salvado? No ceses de trabajar en mí, porque cuando mis flaquezas son evidentes, tu gracia siempre se hace presente para recordarme que solo en ti encuentro lo que te glorifica en mi diario vivir.
Eres el Alfa y el Omega, el que inicia la obra, el que llama, el que pone el querer como el hacer, el que nos invita a su mesa; pero también el que finaliza la obra, el que nos ha grabado en sus manos, el que nos da la voluntad de hacer lo que hemos sido llamados a hacer y, quien nos ha dado un lugar inamovible en su mesa. Mera gracia.
Amado Dios, lo que pueda glorificarte con mi vida, primeramente vino de ti; tú lo pusiste en mí porque solo tú eres digno de toda la gloria. Todo todo todo proviene de ti y es para ti (Rom. 11:36). Te amo, glorioso Dios.
Somos obras en construcción, vasijas en manos del Alfarero. Gloria a Dios por su bondad.
En Su gracia
KF
Gracias hermana, por este belloe scrito que nos hace recordar que seguimos siendo moldeados.
Dios te bendiga, un fuerte abrazo.