No soy de aquí, soy de allá
Allá donde el cielo es nuevo donde rebosa el aire puro. Allá donde pisaremos por primera vez la tierra nueva, donde el mar no nos separará más.
Allá donde no habrá lágrimas que nos recuerden el dolor, porque estaremos en comunión perfecta, eterna, etérea con la perfecta Trinidad.
Allá donde seremos perfectos, donde correremos como niños que se saben amados, que regresan a casa a los brazos de su Padre que tanto los ha esperado.
Allá en esa ciudad que nuestro corazón anhela, que imagina, que sueña con una vaga idea de la perfección que podrá fotografiar por toda una eternidad.
Allá donde las lágrimas que se lloraron, el clamor que se elevó, el dolor que se experimentó y sufrió, no será jamás.
Habrá un pasado, ese pasado en el recuerdo quedará y al ver nuestras manos, nuestros pies al tocar nuestros rostros y ver, recordaremos lo dicho más de una vez: «Yo hago las cosas nuevas». Testigos seremos de la Verdad.
Allá donde los cimientos no tambalean,, donde las puertas no se derriban. Allá donde los miedos que en este mundo abundan y nos habitan, serán opacados con la luz de la gloria eterna.
Allá donde las manos se elevan en total libertad; donde los pies echan raíces, donde se anclan y danzan sin pena ni afán.
Allá donde no habrá injusticia, donde la abominación y la mentira serán un recuerdo obscuro de un mundo que fue preparado para que lo habitáramos ínfimamente, como neblina gris tormenta.
Allá donde la maldición no tiene lugar, donde la maldad no existirá. Allá donde la muerte jamás pasará, donde haremos fiesta, cantaremos y en Su luz reinará la paz.
Allá donde viviremos en justicia y en completa santidad. Donde los árboles nos recordarán nuestra verdadera necesidad de aquel que brilla, que reina, que vive y nos ama desde el inicio de la eternidad.
Allá donde residiremos al final, sin tiempo, sin preocupaciones, sin afán. Allá donde nuestra alma anhela descansar.
Allá donde, ¡Oh, Dios! no nos cansaremos de adorarte de temerte, de alabarte por siempre y para siempre jamás.
¡Ven, Cristo! ¡Ven pronto! Llévanos contigo, allá donde reinas, allá donde nos esperas, allá donde hay luz eterna, allá donde viviremos contigo, perfectos en unidad.
No soy de aquí, Amado Cristo. El alma llena, mis pies descalzos, y mis manos abiertas me recuerdan que no soy de aquí, soy de allá gracias a ti, mi Cristo.
En Su gracia
KF