Parece que todos deberíamos saber cómo se debe actuar en un mundo en el que hemos estado desde el día que nacimos. Este mundo al que muchos se han adaptado en todo sentido y al que le llaman hogar. Este mundo en el que otros cuantos lo ven solo como una especie de estación de tren donde están esperando su turno para partir a otro mundo. No se han adaptado, no se han acostumbrado porque saben que no son de aquí.
Nunca me sentí cómoda en lugares llenos de gente. No entendía por qué es que a pesar de estar rodeada de gente que sonríe, que baila, que canta y parece disfrutar de lo que hay en este mundo, me sentía sola, con insatisfacción y hasta melancolía por pensar que no pertenecía ahí.
Si hubiera llevado la cuenta de las veces en las que me sentí fuera de lugar, probablemente habría llenado al menos una cara de la pirámide de Guiza con la frase: “No pertenezco aquí”, escrita a mano en letra tamaño normal. Pero, aunque parezca una locura, es la realidad, no pertenezco aquí. Sé que no pertenezco aquí porque en mi corazón está grabada el anhelo por la eternidad (Ecl. 3:11), por una tierra nueva, por un mundo donde no hay necesidad de sol (Ap. 21:1). No pertenezco aquí.
Estoy de paso, peregrinando en el camino angosto; algunas veces con pasos largos, otras con pasos cortos, pero todos con firmeza, con la convicción que sigo avanzando sin detenerme, sin retroceder, sin claudicar. Estoy segura de eso porque el Espíritu que levantó a Cristo de entre los muertos habita en mí (Rom. 8:11). ¿Eso significa que soy invencible? No.
Significa que cuando mis fuerzas flaqueen, cuando el panorama en el horizonte parezca desolador, cuando los cardos y espinas se entierren en mis pies haciendo que de mis ojos broten lágrimas como manantial, Su presencia me levantará, infundirá aliento, me fortalecerá en Él y en el poder de su fuerza porque Él ha prometido que no me dejará, ni me desamparará. Escrito está.
Es su presencia la que me recordará que no pertenezco aquí, que mi paso por esta tierra tendrá un final en algún momento. Es su presencia la que levantará mi rostro para que mire por encima del sol sabiendo que camino con los pies descalzos porque mis raíces están firmes en el cielo, en la tierra que siempre está fértil; tierra que es regada con agua que sacia toda sed, incluso la falsa sed de pertenencia a este mundo efímero.
Hoy recibo los 44 años de vida siendo más viejita; o quizá deba decir: menos joven. Hoy traigo todas esas verdades a mi memoria. Las traigo solo para recordar que como dice aquel viejo himno: “Gloria a Dios, mis faltas son muchas su gracia es mayor; sus misericordias hoy nuevas son…”. Porque si tuviera la capacidad de hacer memoria de todas y cada una de aquellas veces en las que he sido perdonada por Dios, probablemente llenaría un sinnúmero de pergaminos.
Pero Dios en su bondad y gracia, no solo perdona pecados y borra nuestra lista negra, sino que además nos libra de culpa y de condenación por medio de Su Hijo amado quien nos ha dado a conocer al Padre y nos ha acercado a Él. Es por medio de Cristo que ahora caminamos el camino angosto con esperanza, con confianza de que llegaremos al final, de que no nos perderemos mientras avanzamos, de que, sin prisa, pero sin pausa, vamos un día a la vez avanzando y reflejando con mayor fidelidad la imagen que tenemos de Él.
Caminamos y nos encontramos con otros seres humanos que también reflejan esa imagen de Dios, unos con mayor claridad, otros con mayor distorsión, pero qué bendición es saber que no caminamos solos, que nos vamos puliendo unos a otros también porque como alguien muy sabio dijo: «Es en la comunión de la iglesia donde mejor reflejamos a Cristo»; y, añado, donde con mayor solicitud nos animamos a perseverar a no claudicar, porque anhelamos vernos llegar al final del camino donde estaremos todos juntos unidos para adorar al Rey que nos ha unido en esta tierra y en la que vendrá.
44 años de ser testigo de la bondad de Dios, ahora con más conciencia que antes, con más gratitud, con más alegría, con más conocimiento del Dios a quien amo y por quien vivo; con una familia que todos los días me recuerda que he recibido más de lo que merezco porque alguien me ha amado más de lo que puedo imaginar.
Un año más donde puedo decir una vez más: Eben Ezer, hasta aquí nos ayudó el Señor; pero también un año más donde con todas mis fuerzas vuelvo a decir: Maranatha, ¡Amén, ven Señor Jesús!
Gracias por todo y por tanto, gracias por escribir en mi corazón la eternidad y el anhelo de estar en ese lugar, en ese hogar que te fuiste a preparar; gracias por no permitirme olvidar que no pertenezco aquí, pertenezco al mundo donde reinas por la eternidad. ¡Gloria, gloria a Dios por su bondad!
En Su Gracia
KF
¿Conoces mis libros?
Hogar Bajo Su Gracia con Lifeway Mujeres y BH Español. Disponible en las librerías cristianas de tu preferencia: Amazon | Lifeway | Librería Beraca Mx
El secreto del gozo con BH Español. Disponible en las librerías cristianas de tu preferencia: Amazon | Lifeway | Librería Beraca Mx
El azul es para los niños con EBI. Disponible en las librerías cristianas de tu preferencia.
Visítame en: Instagram | Twitter | Facebook | Goodreads | Soldados de Jesucristo | EBI Blog | TGC | Lifeway Mujeres
Feliz cumpleaños. Gracias a Dios por su vida, siempre es grato leer sus actualizaciones. El Señor le fortalezca y le conceda más abundantemente de las riquezas en Cristo Jesús. Abrazos.