Una definición de herir dice lo siguiente: «Producir a una persona una pena o un daño moral».
Otra dice: «Ofender o agraviar, especialmente con palabras o escritos».[1] Si leemos con atención podremos darnos cuenta de que las heridas a otras personas son causadas con intencionalidad.
Herimos con conocimiento de causa. ¿Cuántas veces nos habremos herido entre hermanos? ¿Cuántas veces habremos usado nuestras palabras o acciones para producir un daño a otra persona? ¿Cuántas veces habremos hecho uso de nuestro lugar de autoridad para herir a otros?
Negarlo es cegarnos a la realidad de que somos pecadores y que somos capaces de hacer cualquier cosa. Cualquiera. Muchas veces no las hacemos porque el Espíritu Santo vive y mora en nosotros, pero en otras ocasiones decidimos actuar de acuerdo a nuestras emociones o impulsos pecaminosos más que ser guiados por el Espíritu.
Somos heridos en comunidad y somos sanados en comunidad.
No hay forma de evitarlo.
Puede que la sanidad no suceda en la comunidad en la que se produjo la herida, pero la comunidad es necesaria para ser sanado.
Rich Villodas[2]
Cuando leí esa frase mi corazón se estremeció. De inicio porque el contexto al que hace alusión es la iglesia local. Es doloroso saber que en medio de la comunidad cristiana las personas se hieren. O quizá debería decir: las personas hieren si quieren hacerlo. Es doloroso no solo saberlo intelectualmente, sino haber experimentado ser herido en carne propia.
Sí, sé que muchos de nosotros hemos sido heridos dentro de una comunidad cristiana. Hemos experimentado lo que se le llama abuso espiritual de parte de aquellos que ejercían alguna autoridad sobre nosotros. He de decir con tristeza que no siempre nos damos cuenta de que está sucediendo porque es algo muy común. De alguna manera nos hemos acostumbrado a que algunos líderes ejerzan un dominio sobre nosotros, solo por su posición de autoridad. Es probable que pensemos que eso solo ocurre en las iglesias que tienen líderes que son dictatoriales, agresivos; sin embargo, sucede en un gran número de iglesias, desgraciadamente.
A lo largo de mi caminar espiritual he visto con dolor que muchas de las personas que se van de las iglesias no siempre se van porque «están en rebeldía», porque no quisieron sujetarse al pastor o a la visión de la iglesia. Muchos nos vamos de ellas sangrando porque hemos sido heridos y con temor a ser avergonzados, exhibidos y juzgados. Ser heridos en una comunidad es una realidad.
Pero también es una realidad que Dios, en su gracia, nos ha dado una comunidad de fe donde podemos ser sanados, restaurados. Una comunidad a la que se puede llamar refugio seguro. Como dice Rich Villodas, la comunidad es necesaria para ser sanada. Pero hay algo que querría agregar, y es que para que una comunidad ayude a otros a sanar es necesario que esa comunidad esté sana.
Una comunidad enferma no sanará a nadie, solo contagiará a otros y creerán estar sanos porque no sangran. Pero las heridas no siempre sangran, hay heridas que están abiertas, sin supurar, pero sin sanar. En esos casos es necesario que alguien sano, que conoce el funcionamiento del cuerpo y sabe cómo luce cuando está sano, intervenga.
Las heridas cuando no sanan, lastiman. Nos recuerdan que hay algo diferente en nosotros, un pequeño roce puede desencadenar un dolor incontrolable que nos recuerda que algo nos dañó. Podemos pasar mucho tiempo sufriendo en silencio o en alta voz y aún así no recibir ayuda y quizá por diferentes motivos tampoco la busquemos.
Es ahí donde la comunidad interviene. Es ahí donde podemos ser sanados, acompañados, abrazados y amados un día a la vez, sin prisa, pero sin pausa. Una comunidad como refugio seguro que ha entendido que ningún ser humano es infalible, ninguno está exento de herir y sufrir heridas. Pero también ha entendido que no depende de lo que se sabe o entiende en sabiduría humana, sino de lo que se vive y cómo es que responde al evangelio que ha creído y el cual anuncia. Comunidades que han experimentado la sanidad, primeramente.
Es que no podemos dar algo que no tenemos. No podemos ayudar a sanar a otros sin que hayamos experimentado la sanidad primero. Quizá por eso Dios permite que seamos heridos, para que cuando alguien que tiene heridas que sangran llegue a nosotros, entonces podamos mostrarle nuestras cicatrices. Esas marcas que son evidencias de la gracia de Dios, porque cada cicatriz física o del alma nos recuerda que Dios por las llagas de Cristo nos sanó (Is. 53:5) y en su bondad, en ocasiones a otras personas usó para recordarnos esa Verdad.
Hoy por hoy puedo dar testimonio de que eso es real. Tiempo atrás fui herida en comunidad por abuso espiritual, pero Dios me ha colocado en un lugar como refugio seguro, donde no solo puedo llorar con libertad, donde puedo mis sentimientos procesar con toda la confianza de que no se me juzgará, sino que en cada oportunidad se me guiará a Cristo, al evangelio, a lo único que tiene poder para transformar y que en realidad logra todo cambiar.
El evangelio lo cambia todo, ¡todo! Sana, restaura, acompaña, alienta, transforma, redime, abraza… y Dios, ha sido tan bueno que nos usa como su cuerpo, como iglesia, como sus hijos, para llevar ese mensaje y acompañar a aquellos que han sido heridos. Podemos consolar a otros porque hemos sido consolados (2 Cor. 1:4), podemos perdonar, incluso al que nos ha herido porque del mismo Cristo lo hemos aprendido (Col. 3:13). Podemos caminar sin dolor, sin rencor, más bien con compasión por aquellos que aún no han encontrado el camino hacia la libertad.
Oremos por aquellos que sufren y lloran, que sangran y añoran vivir sin dolor, sin vergüenza, sin temor de quienes entre líneas hablan de gracia y amor que no ha bajado de la mente al corazón y que han cerrado sus oídos al clamor de aquellos que sus ojos levantan al Dios que escucha y observa con ira y dolor por su pueblo que gime y clama por su Redentor. Mostremos el amor de Cristo al que llora y al que ríe, al que sangra y al que gime en medio del dolor.
Hoy demos un paso más. Seamos intencionales con la iglesia. Llamemos a aquella persona que se ha ido de la iglesia, a la que se ha alejado del cuerpo de Cristo. Y recordémosles que solo al Dios que nunca cambia, al que nos tiene esculpidos en sus manos, al que podemos acercarnos sin temor a ser rechazados, solo Él pudo darnos una familia: Su iglesia como un refugio seguro y floreciente. Una familia conformada de familias que han entendido que Cristo es el fundamento y también el refugio seguro. Familias, comunidades, lugares seguros donde podemos ser conocidos, amados y recordados de las verdades del evangelio todos los días. Iglesias sanas, que sanan por medio del evangelio, sí las hay. Doy fe.
En Su Gracia
KF
[2] https://www.facebook.com/photo/?fbid=1606805046493416
Conoce más acerca de iglesia Soma Querétaro
El temor y nuestra sed de aprobación con Editorial Portavoz. ¡Descarga una muestra gratis, aquí! Disponible en las librerías cristianas de tu preferencia: Amazon | Christianbooks |
Hogar Bajo Su Gracia con Lifeway Mujeres y BH Español. Disponible en las librerías cristianas de tu preferencia: Amazon | Lifeway | Librería Beraca Mx
El secreto del gozo con BH Español. Disponible en las librerías cristianas de tu preferencia: Amazon | Lifeway | Librería Beraca Mx
El azul es para los niños con EBI. Disponible en las librerías cristianas de tu preferencia: Librería Beraca Mx
Visítame en: Instagram | Twitter | facebook | Good Reads | Soldados de Jesucristo | Blog de EBI | TGC | Lifeway Mujeres