Hay días y días…
Hay días en los que pareciera que todo sale casi perfecto en nuestra vida; otros en los que está «patas arriba». En los días buenos y en los no tan buenos, en los que pensamos que nada de lo que hacemos tiene valor, hay una palabra que puede traer paz y consuelo al alma cargada y sedienta:
«…estén firmes, constantes, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que su trabajo en el Señor no es en vano» (1 Cor. 15:58).
Firmes, constantes, haciendo lo que Dios nos ha llamado y ha puesto en nuestras manos para glorificar Su Nombre. Sea lo que sea que estemos haciendo, siempre que sea para Su gloria, para mostrar el evangelio y para recordar que todo es por Él y para Él, nada de eso será en vano.
Esta mañana recordé esa verdad mientras oraba al lavar la ropa de mi familia y al limpiar nuestro hogar. Me he dado cuenta de que en ocasiones nuestras labores pasan desapercibidas, incluso a nosotras mismas, porque lo hacemos de manera rutinaria y muchas veces mecánica que, rara vez nos detenemos a pensar en lo bendecidas que somos por hacerlo.
Para quienes estamos de lleno en nuestro hogar, hay días en los que sugiere un esfuerzo mayor mantenerlo en orden. Puede ser que al final del día, cuando todo está ya en completo silencio, nos sorprendamos de todo lo que realizamos en unas cuantas horas. Nos pasa desapercibido todo eso que realizamos.
Pero no pasa desapercibido para Dios.
No para el Dios que nos ha dado un hogar. No para el Padre perfecto que está perfeccionando nuestra maternidad. No para el Hijo perfecto que está perfeccionando a nuestros hijos. No para el esposo perfecto que amó a su novia, la iglesia, y se dio a sí mismo por ella; el mismo que está perfeccionando a nuestros esposos.
Nada de lo que hacemos pasa desapercibido para nuestro Eterno Dios. Ya sea que terminemos el día con energía como para correr un maratón, o que al acostar a nuestros hijos durmamos junto con ellos vencidas por el cansancio; delante de Dios, nada de lo que hacemos es en vano.
Nada nos hace falta. En los días buenos y en los no tan buenos somos fortalecidas en Él, porque somos amadas, somos sus hijas, estamos completas en Él, tenemos un hogar seguro al que llegaremos. Todo lo que conforma nuestro día a día tiene como propósito glorificar a Dios. ¿Cómo entonces nuestro trabajo no tendría valor?
Solo necesitamos levantar la mirada y observar las bondades de Dios, deleitarnos en lo que Él ha hecho, confiar en lo que hará porque su obra no ha sido terminada en nosotras ni en los integrantes de nuestra familia.
Hay días y días… Pero en todos y cada uno de ellos, la bondad, gracia y misericordia de Dios están presentes por medio de aquel que nos prometió que estaría con nosotros todos los días y hasta el fin del mundo (Mt. 28:20) y, lo ha cumplido a la perfección.
Hay días y días, pero en todos está la presencia de Dios. ¡Cuán maravillosos días tenemos!
En Su gracia
KF
Gracias por tus escritos , me encanta leer tus post en redes y en esta plataforma porque me siento muy identificada.
Gracias por hacerme recordar que nada es en vano, que en lo más simple y cotidiano que me parece estoy sirviendo al Señor.
Dios te bendiga
Gracias