En ocasiones, mientras escribo algún libro o preparo alguna conferencia, llega un punto en el que me bloqueo. He aprendido a despejarme ejercitando la pluma escribiendo acerca de mis memorias, poesía o algo de ficción. En estas fechas estoy preparando mi siguiente libro, por eso es que mi actividad en este rincón ha disminuido. Pero hoy quise desenmarañar lo que se anida en mi alma a través de unas letras que comencé a escribir por allá de enero pasado. Agradecería mucho tus oraciones por mí en los siguientes meses, pronto te compartiré acerca de nuevos proyectos que tengo. ¡Mil gracias!
Ecos de la eternidad
Si eres como yo que toma fotografías de todo y de todos, estarás de acuerdo conmigo en que fotografiamos momentos. Intentamos capturar esos instantes en los que nuestro corazón rebosa de alegría, asombro, gratitud, tristeza o en ocasiones enojo, frustración e indignación también.
Momentos que no regresarán pero que permanecerán intactos en la imagen que hemos capturado. Imágenes que nos recuerdan que estamos vivos, que el tiempo avanza; imágenes que nos muestran que estamos de paso en este mundo, que nos recuerdan que contamos una historia que pertenece a una historia mayor. Momentos que hacen eco de la eternidad.
Ecos de la eternidad…
No recuerdo cuándo fue que escuché esta frase por primera vez. Solo sé que es continuamente usada en el lenguaje de nuestra iglesia local. No entendía bien a bien a qué se refería hasta que, en medio de una conversación de sobremesa hablamos de la forma en la que vemos a Dios en el día a día por medio de su creación.
¡Oh, sí! Pensé en los bellos atardeceres que he logrado capturar con la lente de mi celular y que muchos de ellos los tengo claros en mi mente, como si los acabara de observar. Pensé en las flores que veía levantarse alrededor de mí cuando en mi infancia me recostaba sobre el césped para contemplar las nubes pasar y el viento tenue escuchar mientras mi cabello se revoloteaba sin cesar.
Pensé en los mares que alzaban olas tan altas pero que lograban detenerse antes de sobrepasar el límite que Dios les había llamado a respetar. Pensé en el canto de las ballenas, en el cantar de los pájaros; pensé en la lluvia que arrecia mojando la tierra y creando electricidad que estalla en medio de los cielos creando un espectáculo sin igual.
Ecos de la eternidad, pensé… fotografiamos momentos, ecos de la eternidad.
Pensé en todo lo excelso que mis ojos pueden ver y admirar; y me maravillé. Me maravillé porque mis ojos y mente no alcanzan a imaginar cómo es que todo era en el inicio de la Creación. No alcanzo a imaginar cómo todo lo que veo excelso ahora, en el principio fue perfecto, sin pecado, sin mancha, sin distorsión.
Peso en la eternidad
Hace mucho escribí en uno de mis libros: “Todo cuanto hacemos tiene peso en la eternidad”, hoy entiendo que es lo mismo que decir que hace eco en la eternidad. Así que, aunque pareciera que nuestra vida cotidiana, lo ordinario que puede ser nuestro día a día, en realidad a la luz de la eternidad es importante.
No porque lo que hagamos cambie en algo el lugar al que vamos, no porque asegure nuestro lugar en la eternidad con Dios, no porque nos haga mejores que otros y merezcamos sentarnos a la diestra de Jesús, sino porque en el aquí y ahora estamos reflejando que la vida en esta tierra apunta a la vida que vendrá, pero con una gran diferencia: por fin será como debió haber sido siempre.
Solemos pensar en la eternidad como un lugar al que llegar, olvidamos que ya estamos en ella porque le pertenecemos al Eterno Dios y Él habita en nosotros y en medio nuestro. Por eso es que cuando estamos juntos en comunidad, reflejamos mejor a nuestro Dios. Ecos de la eternidad.
Nuestro ser tiene grabada la eternidad en el corazón, la anhelamos. Por eso buscamos el rostro de Dios en oración, por eso anhelamos escuchar su voz escrita, por eso dependemos de Él desde el alba hasta el alba nueva.Ecos de la eternidad.
Amamos la vida en el hogar, defendemos la familia como pilar de la sociedad, protegemos a los niños y buscamos ser contraculturales porque hemos entendido que Cristo se fue a prepararnos un lugar en su hogar, como familia, junto al Padre y en comunidad. Ecos de la eternidad.
Podría hacer una lista extensa acerca de esto, pero quiero seguir maravillándome, seguir admirando al Dios que me creó y que me ha conocido, al Dios al que puedo llamar Padre por medio de Cristo, al Dios que en sus manos me ha esculpido… Ecos de la Eternidad, porque algún día todo será como debió haber sido.
Por lo pronto, vivo un día a la vez, sin prisa, pero sin pausa, para deleitarme en Él.
En Su Gracia
KF
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