Querida Karla,
Hace unas semanas lanzaste un desafío enorme al pedirme que ponga por escrito las motivaciones que me impulsan a escribir. Sin duda me pareció una excelente idea, además es un gozo enorme escribir a tu lado. Pero, conlleva un gran esfuerzo mirar hacia dentro y observar con objetividad aquellas cosas que nos mueven a hacer lo que hacemos sin manchar con arrogancia la pureza del anhelo que nos constriñe. Espero estar a la altura de la tarea.
Amiga, a pesar de la enorme distancia que nos divide, eres amada por la familia pues te has conducido entre nosotros con la fidelidad que corresponde a una piadosa hermana en la fe y excelente mentora. Tus escritos siempre se abren paso hacia las puertas del corazón sin pedir permiso. Vos escribís con la intención de alumbrar, sanar, consolar, fortalecer y puntualizar las experiencias del alma. Gracias a Dios por ti, por tu amistad y por la bondad que derramas sobre nosotros.
Entonces, me ha tocado a mí dar comienzo a esta serie de siete cartas amigables; cartas que iremos leyendo y respondiendo poco a poco. Deseamos que nuestros lectores disfruten el viaje tanto como lo hacemos nosotros dos.
Primer motivo para escribir: porque deseo conocer, admirar y amar mejor a Dios.
Claro que uno no tiene que ser escritor para alcanzar semejante anhelo, pues el fin principal del hombre es glorificar a Dios y gozar de Él para siempre. De hecho, un iletrado podría cumplir tal propósito, pues está en nuestra esencia (como portadores de la imagen divina) el profundo deseo de satisfacer el alma en el deleite en Dios.
Sin embargo, en mi caso, la escritura ha sido una escalera dorada que me ha llevado directamente a las puertas del cielo, mostrándome al Señor sentado en Su Trono como Soberano y Rey del universo, con Sus faldas llenando el Templo y Su radiante Majestad iluminándolo todo.
Mis visiones más grandes de la belleza de Dios han venido por medio de la meditación y la escritura, así como mis conceptos de la pequeñez y debilidad humana que se han forjado en la fragua de la redacción. Cuando intento escribir sobre el carácter divino o pretendo poner en palabras el poder, la sabiduría, el amor, el gozo, la fidelidad, la bondad, la gracia, la ira, la magnificencia, la supremacía o la misericordia de Dios, entonces me siento ahogado en el océano de Su inmensidad y comprendo que no hay lengua humana o angelical que pueda expresar o contener al Ser divino en Su infinita eternidad.
Por ello, cada vez que me siento a escribir debo unirme a las palabras del salmista: «¡Cuán grande es Él! ¡Su poder es absoluto! Su entendimiento no tiene fronteras» (Sal 147:5 NBV). La escritura teocéntrica humilla el alma al mismo tiempo que la ensancha, eleva y fortalece.
Hay personas que desean escribir sobre temas trascendentes, extraordinarios, asombrosos, influyentes, y solemnes. A todos ellos les digo: Dios es la respuesta que da fin a su incansable búsqueda de lo magnífico y vibrante. Escribir sobre Él trasciende los límites de toda edad y es contemporáneo a todas. A mi criterio, cualquier tipo de escritura que no tenga como meta final glorificar a Dios es vana y fútil.
Pablo.
«Cartas entre amigos» donde dos aspirantes a escritores comparten sus motivaciones para escribir. Esta serie de publicaciones fueron inspiradas en "The Blackbird letters" de Aarik Danielsen y Lore Ferguson Wilbert.