¿A dónde se van los sueños cuando despierto? ¿Qué lugar escondido en lo recóndito de mis silencios son habitados por los recuerdos? ¿Dónde se deshacen mis miedos? ¿Qué muros derribo con la felicidad que apasiona el alma?
Le susurro al pasado que es momento de hacer las paces y dejar en el olvido aquello que dolió. Le susurro al pasado que nada nuevo hay bajo el sol y que mi futuro —aquel que pensaba no llegaría a ver—, ha sido un regalo que se me ha ido abriendo y entregando poco a poco, a cada instante, un día a la vez.
Cada momento es un regalo nuevo, una sorpresa, un nuevo motivo para seguir viviendo a pesar de los dolores y sufrimientos que aún existen y habitan en este mundo roto. Vale la pena vivir.
Tomo la mano de mi pasado para encontrarme con mis miedos, con mis dolores, con aquellos temores menores que me hacían llorar. Con la otra mano tomo el pasado dulce, el pasado azul grisáceo que me eleva a medio cielo para disfrutar el paisaje desde el cual hoy vivo y siento.
Ha valido la pena cada sonrisa, cada lágrima; cada noche y cada día. Ha valido la pena darme cuenta de lo asombroso que es estar viva, de tener aire en los pulmones, de abrir los ojos y recordar el pasado, anhelando un futuro que vivo y siento en cada segundo de tiempo.
Ahora es el futuro de hace un momento. Cuán bendecida soy de estar despierta; de saber que dormiré en algún momento. Y, que la despedida al mundo y a los que amo, no es un adiós, sino un hasta pronto y para siempre.
Sé que me aguarda la morada exacta, donde se guardan los anhelos y esperanzas, donde se llenan de estrellas abstractas todas aquellas promesas que creí, al escuchar al Redentor pronunciarlas.
No quiero perder el asombro de vivir por estar acostumbrada a existir. Asombro por lo que se me ha dado, por gracia, por amor, por misericordia y perdón.
Ya no busco a tientas ni en silencio a aquel que pronunciaba mi nombre, cuando sola vagaba por el mundo. Me tomó de la mano, despacio me llamó por instantes, me atrajo a Él con gracia; y, aprendí a sonreír, agradecer, disfrutar y atesorar la vida, al entender que estoy de paso a la eternidad. Él me conoce y yo conozco su voz y le sigo.
Somos neblina, gris tormenta.
MisMemorias | junio 2022