Querido Pablo,
Aquí estoy con mi taza de café humeante que inunda la atmósfera de mi hogar con el aroma inconfundible del café recién preparado; mientras tanto, pienso en la gracia que he recibido de parte de Dios para poder compartir contigo lo que he meditado en cuanto a la escritura.
No recuerdo bien cuándo, ni por qué es que comenzamos a escribirnos, pero sé que hace tiempo suficiente para saber reconocer la belleza de tu voz escrita; una voz que se alza sobre las colinas terrenales para dejarnos vislumbrar la belleza celestial que inunda tu mente y corazón. Es un deleite leer tu amor por Dios, tu pasión por Él.
¿Cuánto tiempo habrá pasado desde aquella vez que conversamos que deberíamos escribir algo juntos? ¿Cuántas palabras habremos dicho que muestran la grandeza del Dios que nos hizo hermanos y unió nuestras familias en amistad, que nos rescató de nuestra vieja manera de vivir y en el que podemos deleitarnos hoy? ¿Cuántas conversaciones habrán quedado sostenidas en el murmullo feroz del tiempo pero que han afianzado nuestra amistad?
Debo decir, mi querido amigo, que estoy en deuda con la escritura pues, ha sido a través de este bello arte que muchas de las amistades que más atesoro y valoro iniciaron por tener la misma pasión por escribir.
¿Cómo no escribir y escribir más? ¿Cuántos corazones habremos conocido por medio de lo que gritan a través del papel? ¿Cuántas lágrimas habremos secado al leer su sollozo mudo en las líneas que han plasmado con dolor? ¿De cuántas risas y regocijo habremos sido parte cuando se escribieron palabras una tras otra en medio de la alegría de saberse vivos, amados y aceptados?
Porque sí, quienes escribimos desde el asombro por Dios, no podemos ocultar la emoción que nos provoca el sabernos amados por el Dios que creó el universo entero. Saber que, de toda la majestuosa creación, lo que vemos y lo que no vemos, nosotros, sus hijos, los portadores de su imagen también hemos sido amados; y no solo amados, sino salvados para estar con Él en la eternidad. Amados para vivir con Él en esta vida y en la que vendrá.
Oh, mi hermano, qué maravillosa bendición el poder expresar por medio de palabras que se quedarán grabadas, esculpidas, talladas en un fragmento de papel o en un lienzo virtual, frases que no se las llevará el viento.
Qué regalo del cielo el poder trascender en espacio y tiempo a través de lo que escribimos porque, estarás de acuerdo conmigo que aun cuando nadie más leyera lo que se escribe, el autor siempre podrá volver una y otra vez a esas letras impresas, escritas con un corazón latente y recordar la emoción de la primera vez que las leyó.
Creo —como lo dijo mi querido editor— que «la vocación de escritor es también un llamado divino y aun esta tarea está bajo la soberanía de Dios». Por eso, heme aquí, mi querido Pablo, agradeciendo a Dios por su llamado en tu vida.
Gracias, mi hermano, por plasmar en papel tu amor por Dios, por derramar con tinta la fe que tienes en el Dios que calma tormentas, por escribir de manera prolija tu aspiración por la santidad. Gracias por eso.
Sigue escribiendo y plasmando tu corazón en el papel, tus palabras dan testimonio de lo que inunda tu alma y de que vives lo que crees. Gracias por compartir la esperanza que tienes.
Espero tener noticias tuyas pronto.
Con aprecio,
KF
«Cartas entre amigos» donde dos aspirantes a escritores comparten sus motivaciones para escribir. Esta serie de publicaciones fueron inspiradas en "The Blackbird letters" de Aarik Danielsen y Lore Ferguson Wilbert.
Gracias por este escrito y por este recordatorio:
«Creo —como lo dijo mi querido editor— que “la vocación de escritor es también un llamado divino y aun esta tarea está bajo la soberanía de Dios”».
De nuevo, gracias.